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No se trata de ningún fenómeno climático, nada que tenga que ver directamente con la imprevisibilidad de la naturaleza. O puede que sí: de la naturaleza humana y de una de sus «creaciones», la política.

Hace escasos días, en la contraportada («la Contra») de La Vanguardia, Finn E. Kydland(*)  afirmaba que «una política económica debe ser, ante todo, predecible». Al margen de la discutibilidad de esta afirmación, la lectura me recordó a dos acontecimientos que han sacudido un poco más este teatrillo caótico que se está montando con la crisis. Se trata del desastre húngaro (?) y del desastre español (?). Dos desastres (?) que aparecen y desaparecen como por arte de magia. Como mecidos por una «mano invisible».

Veamos los titulares que nos ha regalado la prensa estos días, en los escasos espacios que han permitido los abultados suplementos y reportajes dedicados al Mundial de fútbol:

La sensación que se extrae de estas y de otras noticias no incluidas en este breve recopilatorio es  que no se trata de que el sistema político o económica sea o no sea previsible, sino de que realmente el grueso de la población no dispone de datos  fiables para hacerse una idea de cuál es la situación real en su país (o en cualquier otro). Depende del degoteo de información de  instituciones, gobiernos, sindicatos, partidos políticos… pero especialmente de unos medios inertes que despiertan para desbordar con un flujo de información constante  sobre las victorias, derrotas , goles, vítores y todo tipo de escándalos varios. Y sin embargo ese derroche de energía, dinero y creatividad no se invierte estos días en ofrecer información contrastada y crítica acerca de la actual situación económica, política y al fin y al cabo social en una parte del mundo.

(*) La Vanguardia, 14/06/2010. Finn E. Kydland, Premio Nobel, ingresa en la Real Academia de Economía (Racef).

En la denominada era de la información, recibimos un flujo de información constante y no siempre verificable, cierto o completo. No obstante, a través de esta información que recibimos, de nuestra propia experiencia y conocimientos, formamos nuestra propia opinión.

El debate acerca de la crisis y las medidas adoptadas o anunciadas hasta el momento genera reacciones apenas perceptibles: el debate se encuentra en el entorno familiar, en la sobremesa, puede que incluso en el lugar de trabajo. Son muchos los comentarios, quejas o alabanzas que se pueden estar profiriendo en la esfera privada, y muy pocos los que trascienden de forma significativa a la esfera pública (por el momento).

Este es el motivo por el que creo pertinente hacer una pequeña investigación acerca de la percepción de la actual recesión económica, la valoración de las reacciones/actuaciones de los distintos agentes que intervienen en ella y en definitiva conocer la opinión de los ciudadanos / electores. Considero que este es el aspecto más imprescindible y muchas veces el más olvidado: la participación y el conocimiento de la opinión pública más allá del voto que se emite cada 4 años.

Para ello facilito el enlace a una encuesta con preguntas sobre los aspectos mencionados en esta entrada (percepción de la crisis, opinión acerca de las reacciones/medidas, perspectivas y propuestas de futuro). Os animo a participar en ella. Será en este mismo espacio donde iré informarando de su progreso y, una vez cuente con una muestra mínima de encuestados, de los resultados.

La crisis económica es el pan de cada día. Nos levantamos y nos acostamos con ella. Sí, la economía se ha inmiscuido en las vidas de muchos que hasta ahora la ignoraban consciente o insconscientemente.

Las reiteradas peticiones de organismos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea o el Banco Central Europeo han surtido efecto. Tras una negativa continuada a acatar las medidas propuestas, el gobierno español anuncia unos recortes que se pueden calificar de drásticos sin miedo a pecar de exageración.

Las “medidas de ajuste” incluyen cambios en el sector público, las pensiones, la jubilación, el denominado cheque-bebé, la inversión pública, comunidades autónomas y ayuntamientos.  Algunos de los detalles revelados hasta el momento ya han suscitado gran polémica. Es el caso de la reducción del 5% del sueldo del funcionariado, la congelación de las pensiones, la eliminación del cheque-bebé o la reducción de inversión pública.

Tras este impacto inicial, otro aviso: la reforma laboral. Otro de los bastiones que las ya citadas instituciones insistían en renovar. También en este caso, la negación inicial se ha convertido ya en una seria amenaza a los agentes (patronal y sindicatos). En el en caso de no llegar a un acuerdo antes del 1 de junio, el ejecutivo advierte de que aplicará la reforma como decreto.

Además de las presiones externas e internas, la sombra del desastre económico griego y del clima social en el país mediterráneo han influido en estos cambios sin ninguna duda.

No obstante, las nuevas vías de salida de la crisis siguen en la misma línea caótica que sus precedentes (subida del IVA, incremento de tributación del ahorro…): medidas inútiles que se vendieron como útiles o medidas que cargan el peso de la crisis en los que de por sí ya están soportando la mayor parte de la carga. En pocas palabras, y válgame la redundancia: un caos político y económico del que es responsable tanto el gobierno como la oposición.